La belleza en un sentido básico, fundamental, se relaciona con lo que consideramos proporcionado, armónico entre sus partes y con el entorno. Por lo que el primer referente con respecto a lo que se interpreta como belleza es el contacto con la naturaleza. La naturaleza ofrece el canon, la guía, después vendrán las lucubraciones filosóficas y las abstracciones con respecto a lo estético. Es entonces que el desarrollo cultural constituye y construye el "gusto".
Así pues, se puede inferir que la obra bella, la pintura bella, es la que guarda proporción, armonía en el hecho de la mímesis con lo natural, así como entre sus elementos, la línea, el color, la forma, mismos que, dicho sea de paso, conforman cualquier pintura.
Pintar la naturaleza es leer un mapa, entender el ritmo visual de la naturaleza es descodificar un patrón de formas que se repiten de una manera constante. Por ejemplo, cuando se mira una ola desde una perspectiva determinada se ve una pauta que alude la de una montaña.
Por lo tanto, cabe destacar la afirmación del gran pintor inglés del siglo XIX, John Constable: "Pintar es una ciencia, y se debe ejercer como una averiguación sobre las leyes de la naturaleza. Entonces, ¿por qué no se puede considerar un paisaje como una rama de la filosofía natural, de la cual los cuadros son experimentos?"
Mijael Rodríguez
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